Frente a otras
narraciones de tema bélico que, al igual que la que
ahora comentamos, ganaron su popularidad gracias al
cine (como El día más largo, del mismo
autor), Un puente lejano posee algunas
características que le prestan un interés añadido.
En primer lugar, no se trata del habitual retrato
victorioso de una hazaña aliada, sino de una seria
derrota sufrida por británicos y americanos frente a
un enemigo alemán al que se suponía colapsado tras
los rápidos avances posteriores al desembarco de
Normandía. Además, el lector advertirá muy pronto
la diferencia entre el tratamiento cinematográfico -con
su correspondiente galería de tópicos, sin que ello
desmerezca el valor de la película- y la minuciosa
reconstrucción de los hechos que, con insólito
perfeccionismo, realiza Cornelius Ryan.
Si bien la técnica
narrativa se aproxima a la de una novela, Un
puente lejano es en realidad la crónica histórica
de uno de los episodios más violentos y desconocidos
de la segunda guerra mundial, teniendo en cuenta que
supuso la destrucción casi total de la 1ª División
Aerotransportada británica. El libro sugiere con
perversidad que la terrible batalla fue un tributo
del comandante supremo Eisenhower a la soberbia del
mariscal Montgomery, héroe británico del desierto
tras su victoria en 1943 sobre el Afrika Korps de
Rommel. Es fácil indagar en las causas de un fracaso
cuando éste ya se ha producido, pero lo cierto es
que Market Garden surge tras una fuerte
pugna entre las dos "estrellas" del mando
aliado a finales del verano de 1944: el americano
Georges Patton y el británico Bernard Montgomery.
Luchando ambos contra un enemigo en franca retirada,
los dos deseaban que se les adjudicaran los recursos
necesarios para asestar a Hitler el golpe de gracia,
mediante un ataque fulgurante que penetrara en
Alemania. No era posible abastecerlos simultáneamente,
debido a las colapsadas líneas de abastecimiento
aliadas, y por otro lado Eisenhower parecía más
partidario de mantener un "frente amplio"
que arriesgarse al rápido avance al que, por razones
opuestas, le instaban Patton y Montgomery.
Finalmente, acosado por
la necesidad de mantener un equilibrio político en
la dirección de la guerra, y por el deseo de hacer
entrar en acción a su ejército aerotransportado,
Eisenhower da su aprobación a un audaz plan de Monty:
la invasión de Holanda, simultáneamente por tropas
aerotransportadas y terrestres, con el objetivo final
de establecer una cabeza de puente una vez cruzado el
Rhin. De ese modo la guerra podría finalizar "por
Navidad". Así fue concebida Market Garden,
que constaba en realidad de dos fases cuya coordinación
resultaba esencial para el éxito. Por una parte, las
tropas aerotransportadas (Market) debían
apoderarse de los puentes situados a lo largo de los
cien kilómetros de carretera entre Eindhoven y
Arnhem; por otra, fuerzas terrestres (Garden)
debían cubrir en dos días el trayecto entre dichas
ciudades para enlazar con las divisiones Market.
Para la primera fase fueron designadas la 82ª División
aerotransportada de Estados Unidos, al mando del
general Gavin, la 101ª aerotransportada americana
del general Taylor, y la 1ª aerotransportada británica
del general Robert Roy E. Urquhart (a la que
se agregó la brigada polaca del general Sosabowski),
esta última con la misión de capturar y mantener el
vital puente de Arnhem sobre el Rhin. En la
gigantesca invasión por aire participaría un total
de 35.000 hombres. En cuanto a la invasión terrestre
de Holanda, era responsabilidad del poderoso XXX
Cuerpo de ejército del general. Horrocks. Y todo debía
ser minuciosamente planificado en el plazo de una
semana.
La primera parte del
relato detalla las primeras reticencias que el plan
suscitó en algunos oficiales, en especial en el
comandante del I Cuerpo Aerotransportado británico,
teniente general Frederik Browning, cuya conversación
con Montgomery da título al libro:
(...) Señalando el
puente más septentrional sobre el Bajo Rhin, en
Arnhem, preguntó: "¿Cuánto tiempo tardarán
los blindados en llegar hasta nosotros?"
Montgomery respondió vivamente: "Dos días".
Sin levantar la vista del mapa, Browning dijo: "Podemos
conservarlos durante cuatro." Luego, añadió:
"Pero, señor, creo que tal vez sea irnos a un
puente demasiado lejano."
Con gran habilidad,
Cornelius Ryan va introduciendo las circunstancias
que conducirán al desastre. Los transportes son
insuficientes para la gigantesca fuerza que debe
lanzarse sobre sus objetivos, así que la invasión aérea
deberá prolongarse durante tres días, durante los
que será esencial disponer de condiciones meteorológicas
favorables. Los puentes deberán ser tomados
intactos, pues si son destruídos por los alemanes
todo el plan queda en evidencia. Por último, las
informaciones sobre la potencia y calidad del enemigo
resultan estar trágicamente equivocadas: los aliados
cuentan con encontrar poca o ninguna resistencia,
pero, en la semana previa a la invasión, los restos
de dos divisiones de panzers son enviadas a
la zona de Arnhem, y el 15º Ejército del general
Von Zangen, atrapado en el paso de Calais, es en
buena parte liberado en una audaz evacuación y
ubicado en Holanda. Cuando faltan pocos días para el
17 de septiembre (día D), los mandos aliados
desprecian tercos informes de la Resistencia
holandesa e incluso fotografías aéreas que
demuestran la presencia de unidades blindadas en
Arnhem.
La narración de la
tremenda batalla que se inicia el 17 de septiembre
supone un cambio de orientación con respecto a los
primeros capítulos del libro. Si en ellos se nos
describe la vanidad de los altos oficiales que
ordenaron y planificaron Market Garden,
ahora el protagonismo lo asume el valor con que los
soldados afrontan la adversidad, particularmente los
paracaidistas británicos. Aunque las fuerzas
americanas logran alcanzar la mayoría de sus
objetivos, la 1ª aerotransportada del general
Urquhart sufre la ferocidad de la reacción alemana
en la zona de Arnhem. Los blindados de Horrocks, que
debían tardar 48 horas en llegar, a los 9 días se
ven incapaces de lograrlo, hostigados por violentos
contraataques alemanes, después de haber cruzado,
con mucho retraso, el puente sobre el Waal en Nimega.
Mientras tanto, la división británica es
virtualmente destruida en Arnhem por las panzer alemanas
y por los refuerzos que la aún eficiente logística
de la Wermacht envía a toda prisa. Mención aparte
merecen los sufrimientos de los habitantes de Arnhem
y Oosterbeek, pacientemente recopilados por el autor,
mediante testimonios directos, a lo largo de los
siete años que tardó en preparar el libro.
La plasticidad con que
Cornelius Ryan es capaz de describir la dureza de la
lucha es constantemente complementada con anécdotas
personales narradas al autor por los propios
protagonistas, como la del comandante británico
Taham-Warter , que incluso en medio de los combates
no se separaba de su paraguas (y así se recogió en
una de las escenas de la versión cinematográfica).
O el teniente Pat Glover, el cual, tras haber saltado
en paracaídas en compañía de su mascota, la
gallina Myrtle, que murió, fue herido dos
veces durante la batalla, una de ellas mientras se le
transportaba al puesto de socorro. Glover enterró a Myrtle
en un bosquecillo con sus alas de
paracaidista. También abundan los detalles de
caballerosidad entre ambos bandos, sin que menguara
por ello la crueldad de la lucha. Por ejemplo, se
cuenta cómo, ante la avalancha de heridos de ambos
bandos que se acumulaban en las posiciones británicas
de la zona de Arnhem y Oosterbeek, ingleses y
alemanes acordaron una tregua para que los heridos
fueran trasladados a los puestos de socorro de los
segundos. Como hemos señalado anteriormente, muchos
de esos episodios son reproducidos en la película,
pero es la conciencia de que se trata de hechos
reales, que sólo el libro nos recuerda
constantemente, lo que les da su capacidad de
emocionar al lector.
La traducción del título
no es afortunada. A bridge too far, que significa
Un puente demasiado lejano, resulta tal vez
menos poético que el sencillo Un puente lejano,
pero mucho más certero y expresivo, porque resume en
cuatro palabras la clave del fracaso militar de los
aliados. Cuando los alemanes rechazan el ataque sobre
Arnhem, todo lo que ingleses y americanos han logrado
es un saliente hasta Nimega "que no conduce a
ninguna parte" y que ha costado 17.000 bajas,
entre muertos, heridos y desaparecidos, es decir, un
número mayor al que se produjo durante el desembarco
de Normandía. Las bajas alemanas superaron los 13.000
hombres. Se trató, ciertamente, de tomar un puente
demasiado lejano.