La ardilla gigante entró en el vestíbulo del
hotel. Inmediatamente, un montón de niños la
rodearon tirando de ella, empujando. "No es fácil
ser una ardilla gigante" pensó; entonces ocurrió
algo mágico: la ardilla bajó la cabeza un poco
irritada para ver quién le estaba tocando la barriga.
Allí estaba ella, una niña de apenas unos tres años
con signos visibles de padecer un cáncer y seguir un
durísimo tratamiento, le estaba acariciando la
barriga totalmente extasiada. Todo lo que había en
su entorno desapareció para la ardilla, ya no sintió
los empujones, ni los tirones que le daban en la
cola, solo existía esa niña que en ese momento, único
quizás en mucho tiempo, no sufría sino que era
feliz. Se agachó y la rodeó con sus brazos de
ardilla y la niña se apretó contra ella cerrando
los ojos y supo que la había hecho dichosa. "Qué
suerte es a veces ser ardilla gigante".
Hay un enorme drama oculto tras este hecho, el enorme
sufrimiento de los padres que solo pueden hacer una
cosa por su hija, llevarla a un lugar especial y
después...esperar la muerte. Demasiada poca vida
para tanto sufrimiento.