"La Fiesta del Chivo", por
Mario Vargas Llosa, Alfaguara, Madrid,
2000 (****)
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Para Urania
Comentario a
"La Fiesta del Chivo", de Mario Vargas Llosa
Por Lasker
El asesinato de Rafael Leónidas Trujillo,
culminando una conspiración urdida en el seno de
varias de las más influyentes familias dominicanas,
hartas de los excesos del régimen, es uno de esos
episodios que aguardaban, adormecidos, a que alguien
se dignara novelarlos. El que haya sido precisamente
Mario Vargas Llosa quien se sintiera seducido por él
es un afortunado lujo para todos los lectores de
habla hispana. El resultado colma todas las
expectativas. A estas alturas de su carrera
literaria, decir que La Fiesta del Chivo es
la mejor novela de Vargas Llosa sería una exageración,
pero lo cierto es que brilla a gran altura. Se nota
que al autor le fascinaba la peripecia del dictador
dominicano, que ha disfrutado escribiéndola y que el
peruano, que ya no tiene nada que demostrar, escribe
ahora cuando, como y sobre lo que le gusta.
Como liberal, una de las referencias fundamentales
en el pensamiento de Vargas Llosa es la defensa de la
dignidad individual. Por eso, si el argumento de La
Fiesta del Chivo es la crónica de las últimas
horas del dictador Trujillo, la protagonista es una víctima
anónima del desprecio al que siempre están
expuestos los ciudadanos que se cruzan con los
intereses de un poderoso. Urania Cabral es el ser
inofensivo humillado por la injusticia, que arrastra
muchos años su secreto hasta que regresa a Santo
Domingo para enfrentarse con su pasado. Urania es la
razón de ser de cualquier democracia, de todos los
Estados de derecho, exactamente lo contrario de lo
que Trujillo representó. Sin las Uranias de este
mundo no sería interesante rememorar la historia de
ninguna dictadura y, por lo tanto, Urania Cabral
desempeña un papel en La Fiesta del Chivo
que va mucho más allá del mero recurso dramático.
Con la muerte en atentado de Rafael Leónidas
Trujillo, el 30 de mayo de 1961, se puso fin a una de
las dictaduras más siniestras del siglo XX. El autor
de este artículo ha visitado el lugar exacto en que
Trujillo fue abatido. Amigos dominicanos me han
confirmado detalles increíbles de la novela, como
los relativos al asesinato de adversarios políticos
arrojándolos a los tiburones, el robo legal de
patrimonios, el control absoluto por la familia
Trujillo de la economía dominicana, la cruel
sexualidad del "chivo". La Historia nos
muestra dictadores que permanecieron -o permanecen-
largo tiempo en el poder gracias a su habilidad, a su
inteligencia o a su carisma personal. El caso de
Trujillo es novelesco porque su mandato estuvo basado
en el terror y en la brutalidad, afrontados por
Vargas Llosa sin rehuir los detalles, lo que no obsta
para que La Fiesta del Chivo sea también
una incursión intimista en los sentimientos humanos
más difíciles.
Como es habitual en Vargas Llosa, la novela se
desenvuelve en varios planos superpuestos. Los
diversos hilos argumentales abarcan la tragedia de
Urania, la génesis de la conjura y la propia
historia de Trujillo. Junto a ellos, el libro narra
las crónicas respectivas de dos días alejados entre
sí en el tiempo: uno, el del asesinato del "chivo"
y, el otro, la estancia de Urania en Santo Domingo
para visitar a su padre, anciano e inválido, al que
no puede perdonar. Vargas Llosa se las arregla para
contar también el espantoso periodo de represión
que siguió al asesinato. Esa abundancia de
contenidos no es, sin embargo, la principal razón
por la que la novela se lee de un tirón, a pesar de
sus más de 500 páginas. Los personajes están
planteados con oficio y talento, sin que el lector
poco informado pueda discernir cuáles son reales y
cuáles han sido creados por el autor. La galería es
amplia, porque cada uno de los escenarios antes
aludidos presenta su propio reparto: los parientes de
Urania, cuya angustiosa historia es complementaria de
la de su padre, Agustín Cabral, que encarna al
hombre consumido por el miedo, la vanidad, la cobardía
y la desesperación; la corte de Trujillo -especial
referencia merecen Johnny Abbes, el siniestro jefe se
seguridad, y Joaquín Balaguer, astuto Presidente de
la República al que se dedica un capítulo completo-
los conjurados y su entorno - los Imbert, De la Maza,
Díaz...-, todos ellos espléndidamente integrados en
el ambiente del Caribe de principios de los 60.
Además de un alegato por la libertad y la
dignidad humanas, La Fiesta del Chivo es una
gran novela, que entretiene, emociona, indigna y
enternece al lector sensible. ¿Qué más puede
pedirse?
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