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"La Fiesta del Chivo", por Mario Vargas Llosa, Alfaguara, Madrid, 2000 (****)

"El Príncipe destronado", de Miguel Delibes ****
"Un puente lejano", de Cornelius Ryan **
"Todo un hombre", de Tom Wolfe **

Para Urania
Comentario a "La Fiesta del Chivo", de Mario Vargas Llosa

Por Lasker

El asesinato de Rafael Leónidas Trujillo, culminando una conspiración urdida en el seno de varias de las más influyentes familias dominicanas, hartas de los excesos del régimen, es uno de esos episodios que aguardaban, adormecidos, a que alguien se dignara novelarlos. El que haya sido precisamente Mario Vargas Llosa quien se sintiera seducido por él es un afortunado lujo para todos los lectores de habla hispana. El resultado colma todas las expectativas. A estas alturas de su carrera literaria, decir que La Fiesta del Chivo es la mejor novela de Vargas Llosa sería una exageración, pero lo cierto es que brilla a gran altura. Se nota que al autor le fascinaba la peripecia del dictador dominicano, que ha disfrutado escribiéndola y que el peruano, que ya no tiene nada que demostrar, escribe ahora cuando, como y sobre lo que le gusta.

Como liberal, una de las referencias fundamentales en el pensamiento de Vargas Llosa es la defensa de la dignidad individual. Por eso, si el argumento de La Fiesta del Chivo es la crónica de las últimas horas del dictador Trujillo, la protagonista es una víctima anónima del desprecio al que siempre están expuestos los ciudadanos que se cruzan con los intereses de un poderoso. Urania Cabral es el ser inofensivo humillado por la injusticia, que arrastra muchos años su secreto hasta que regresa a Santo Domingo para enfrentarse con su pasado. Urania es la razón de ser de cualquier democracia, de todos los Estados de derecho, exactamente lo contrario de lo que Trujillo representó. Sin las Uranias de este mundo no sería interesante rememorar la historia de ninguna dictadura y, por lo tanto, Urania Cabral desempeña un papel en La Fiesta del Chivo que va mucho más allá del mero recurso dramático.

Con la muerte en atentado de Rafael Leónidas Trujillo, el 30 de mayo de 1961, se puso fin a una de las dictaduras más siniestras del siglo XX. El autor de este artículo ha visitado el lugar exacto en que Trujillo fue abatido. Amigos dominicanos me han confirmado detalles increíbles de la novela, como los relativos al asesinato de adversarios políticos arrojándolos a los tiburones, el robo legal de patrimonios, el control absoluto por la familia Trujillo de la economía dominicana, la cruel sexualidad del "chivo". La Historia nos muestra dictadores que permanecieron -o permanecen- largo tiempo en el poder gracias a su habilidad, a su inteligencia o a su carisma personal. El caso de Trujillo es novelesco porque su mandato estuvo basado en el terror y en la brutalidad, afrontados por Vargas Llosa sin rehuir los detalles, lo que no obsta para que La Fiesta del Chivo sea también una incursión intimista en los sentimientos humanos más difíciles.

Como es habitual en Vargas Llosa, la novela se desenvuelve en varios planos superpuestos. Los diversos hilos argumentales abarcan la tragedia de Urania, la génesis de la conjura y la propia historia de Trujillo. Junto a ellos, el libro narra las crónicas respectivas de dos días alejados entre sí en el tiempo: uno, el del asesinato del "chivo" y, el otro, la estancia de Urania en Santo Domingo para visitar a su padre, anciano e inválido, al que no puede perdonar. Vargas Llosa se las arregla para contar también el espantoso periodo de represión que siguió al asesinato. Esa abundancia de contenidos no es, sin embargo, la principal razón por la que la novela se lee de un tirón, a pesar de sus más de 500 páginas. Los personajes están planteados con oficio y talento, sin que el lector poco informado pueda discernir cuáles son reales y cuáles han sido creados por el autor. La galería es amplia, porque cada uno de los escenarios antes aludidos presenta su propio reparto: los parientes de Urania, cuya angustiosa historia es complementaria de la de su padre, Agustín Cabral, que encarna al hombre consumido por el miedo, la vanidad, la cobardía y la desesperación; la corte de Trujillo -especial referencia merecen Johnny Abbes, el siniestro jefe se seguridad, y Joaquín Balaguer, astuto Presidente de la República al que se dedica un capítulo completo- los conjurados y su entorno - los Imbert, De la Maza, Díaz...-, todos ellos espléndidamente integrados en el ambiente del Caribe de principios de los 60.

Además de un alegato por la libertad y la dignidad humanas, La Fiesta del Chivo es una gran novela, que entretiene, emociona, indigna y enternece al lector sensible. ¿Qué más puede pedirse?

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