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"En el corazón del mar", por Nathaniel Philbrick, Mondadori, Barcelona, 2001 (***)

"Las historias de Jaacob", de Thomas Mann ***
"Tras los pasos de Adán", de Thor Heyerdahl ***
"La fiesta del chivo", de M. Vargas Llosa ****
"El Príncipe destronado", de Miguel Delibes ****
"Un puente lejano", de Cornelius Ryan **
"Todo un hombre", de Tom Wolfe **

Situación límite

Por Mitus

Comentario al libro En el corazón del mar, de Nathaniel Philbrick

Al dorso de la edición española de En el corazón del mar consta su gancho comercial: Moby Dick se inspiró en un hecho verídico, cuya crónica completa es ahora sacada a la luz. El interés que esa circunstancia despierta en el lector puede, sin embargo, verse oscurecida por la posibilidad de que ambas obras sean comparadas, porque si alguien espera ver igualado el talento de Hermann Melville, sufrirá una decepción. En el corazón del mar es un brillante trabajo de investigación redactado con una técnica más o menos semejante a la de un best seller, pero desde el punto de vista literario es muy inferior a la genial tragedia del capitán Achab.

Advertido lo anterior, confieso que la obra de Nathaniel Philbrick me ha gustado. La leí en una sola noche y después he sentido la necesidad de repasar algún capítulo sin orden, del mismo modo que deseamos a veces volver a ver ciertas escenas de una película. Y es que, a pesar de todo, En el corazón del mar es mejor que la gran mayoría de los libros de tema marítimo que proliferan últimamente, por lo que no debe faltar en la biblioteca de ningún lector amante de la aventura o la navegación.

Como ya he adelantado, Hermann Melville halló la inspiración que dio origen a Moby Dick en uno de los desastres navales más famosos del siglo XIX. El 20 de noviembre de 1820 el buque ballenero Essex se hundió en el Pacífico, aproximadamente a medio camino entre las Galápagos y las Marquesas, después de ser embestido por un cachalote. No se trata de un caso único, pues el propio Philbrick da cuenta de otros acontecimientos similares ocurridos en la misma época. De hecho, en nuestros días también se han registrado ataques de orcas contra veleros pequeños. Lo que realmente hizo que el naufragio del Essex se convirtiera en una historia espeluznante y mil veces repetida entre los navegantes del siglo XIX fue la espantosa singladura de los supervivientes, a lo largo de cuatro mil quinientas millas a bordo de frágiles botes. Debieron luchar contra el hambre, la sed y las enfermedades, llegando a los últimos extremos a que puede recurrir un ser humano para sobrevivir, incluyendo el canibalismo y tal vez el asesinato.

El autor se ha esmerado en la verosimilitud de los datos y hace una exposición detallada de sus fuentes, que incluyen crónicas escritas por algunos de los protagonistas. Destacan la del primer oficial Owen Chase y, sobre todo, la de Thomas Nickerson, grumete del Essex, que junto con estudios posteriores constituyen la documentación básica utilizada por Philbrick. Además, el libro dedica su primer capítulo a trazar una amena historia de la isla de Nantucket y a describir su vida y costumbres durante la época dorada de los balleneros.

De En el corazón del mar recordaré la extraordinaria habilidad de los marineros de aquel tiempo, capaces de modificar los botes balleneros sobre la marcha después del naufragio, y prepararlos para la larga travesía; la calculada ambigüedad del autor al señalar la coincidencia de que murieran todos los miembros de la tripulación de color, sembrando una inquietante duda acerca de las verdaderas causas de esas muertes; y la trágica equivocación de buscar el regreso al continente desde el lugar del naufragio, en lugar de dejarse llevar por los vientos alisios hasta las islas Marquesas. Hubieran llegado hasta ellas con mucha más facilidad, pero les detuvo el temor a los caníbales que, según se creía entonces, habitaban la región. No faltan tampoco descripciones bien logradas de los temporales en alta mar y de las escenas de pesca de la ballena tal como se realizaba en la primera mitad del siglo XIX.

La edición que comentamos incluye mapas, grabados y fotografías que, además de ser un útil complemento del texto, contribuyen a crear una atmósfera evocadora de nostalgia y romanticismo. Sin olvidar la correcta traducción al español debida a Jordi Beltrán.

26 abril 2001

 

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