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"La Iliada", por Homero, Juventud, Barcelona, 1972 (*****)

"En el corazón del mar", de Nathaniel Philbrick ***
"Las historias de Jaacob", de Thomas Mann *****
"Tras los pasos de Adán", de Thor Heyerdahl ***
"La fiesta del chivo", de M. Vargas Llosa ****
"El Príncipe destronado", de Miguel Delibes ****
"Un puente lejano", de Cornelius Ryan **
"Todo un hombre", de Tom Wolfe **

La cólera de Aquiles

Por Lasker

Entonces la Discordia, penetrando por la muchedumbre, arrojó en medio de ella el combate funesto y acreció el afán de los guerreros. (Homero, La Ilíada)

He perdido la cuenta de las veces que he leído La Ilíada. No recuerdo cuándo lo compré, pero la edición es de 1972 y supongo que sería en aquellos años. Se trata de un ejemplar de bolsillo de Editorial Juventud, roto y desgastado por todas partes. En su portada figura la famosa escena del caballo de madera conducido por los teucros sitiados al interior de la ciudad, algo que parece indicar que el autor de la ilustración no había leído el libro. Son muchos los que ignoran que ese episodio no es narrado en La Ilíada (ni siquiera en su continuación La Odisea), sino en La Eneida de Virgilio, escrita ocho siglos después. Así y todo, sigue siendo una inagotable fuente de sensaciones. Cuenta Plutarco que Alejandro Magno la aprendió de memoria, algo difícil de creer dada su extensión. No puede sorprender, en cambio, que sea libro de cabecera de muchos aficionados a la buena literatura. Soy uno de los miles de lectores que disfrutó en la década de los 80 con la trilogía de Tolkien El Señor de los Anillos, considerada por muchos como una de las cumbres de la novela fantástica. Personalmente sigo prefiriendo la deliciosa epopeya La colina de Watership, de Richard Adams, tal vez porque en su concepción resalta mejor los valores homéricos. En efecto, a quienes recuerdan La Ilíada como un eco desagradable de la etapa escolar, pero vibraron después con las obras de Tolkien y Adams, les recomiendo que se atrevan con la ancestral leyenda micénica. Comprenderían por qué esa obra literaria, generación tras generación, ha sido admirada a lo largo de veintiocho siglos.

Escrita en el siglo VIII a.C., La Ilíada es la crónica de nueve días críticos en el asedio de Troya por el ejército griego. Si bien la totalidad de los personajes son probablemente fruto de la fantasía, desde que en el siglo XIX fueron descubiertas las ruinas de la ciudad en la costa occidental de la actual Turquía se tiene la certeza de que Troya existió y que fue destruida en el siglo XII a.C. –es decir, 400 años antes de la obra de Homero- por un ejército micénico, tal vez a causa de una lucha por el control del comercio. Y en ese hecho histórico halló el autor la inspiración para crear el más importante poema épico jamás escrito. La obra bien pudiera titularse La cólera de Aquiles, pues es la disputa de este héroe con el rey de Micenas Agamenón el eje de la epopeya.

El conflicto entre Aquiles y Agamenón tiene su origen en el dios Apolo. Los dioses del Olimpo son presentados pletóricos de poder, pero adornados con las mismas virtudes y defectos de los seres humanos. Según sus preferencias o simpatías, unos dioses ayudarán a los griegos (o aqueos, como los llama Homero) y otros a los troyanos. En este caso, Apolo exige, por medio de un oráculo, que sea devuelta a su país de origen la joven Criseida, capturada por los aqueos en Crisa durante la campaña y que correspondió, en el reparto del botín, al propio Agamenón. Éste acepta devolverla, pero a su vez reclama en compensación que Aquiles le entregue a su esclava Briseida. Aquiles, rey de los mirmidones, obedece pero, irritado, se retira de la lucha contra Troya y permanece en sus tiendas junto con todo su ejército. El abandono del héroe, hijo de Peleo y de la diosa Tetis, resulta funesta para el resto de los aliados griegos, que sufren graves reveses a manos de los teucros (troyanos). Sólo cuando son heridos la mayoría de los jefes aqueos –Ulises, Diomedes, Ayax Telamonio e incluso Agamenón- y su campamento se ve cerca de caer en manos del enemigo, accede Aquiles a que los mirmidones regresen al combate, si bien mandados por Patroclo y permaneciendo él mismo al margen. El héroe troyano Héctor, hijo del rey Príamo, logra dar muerte a Patroclo con la ayuda de Apolo, el mismo dios causante de la cólera de Aquiles, el cual regresa por fin a la batalla y mata a Héctor, cuyos funerales ponen fin al poema.

La Ilíada aportará al lector una visión del ser humano desprovista de moralinas. Los héroes homéricos son valientes, pero también crueles, vengativos y codiciosos. Rinden culto a la amistad, la hospitalidad y al sacrificio por el amigo o el pariente, pero también son despiadados con el enemigo vencido, al que rara vez perdonan la vida. Y, por encima de todo, son juguetes en manos de los dioses, que deciden el destino de los mortales de acuerdo con sus propios intereses, en ocasiones tan poco edificantes como los de los hombres. Destaca también la extrema violencia del poema en el relato de los combates, tal vez con el propósito de producir la máxima impresión en el auditorio, pues no faltan los expertos que aseguran que La Ilíada es una recopilación de diversas tradiciones orales. Junto a esta precisa visión de las emociones humanas más solemnes, en La Ilíada queda también espacio para lo entrañable, como la melancolía por la vida relajada y los seres queridos dejados atrás que traslucen los sitiadores, y el miedo y la tristeza de perderlo todo con que combaten los troyanos. Hay también detalles de la vida cotidiana de los antiguos, como descripciones de mobiliario, vestido, armas e incluso alguna receta de cocina que harán las delicias del lector curioso.

Leer La Ilíada es posiblemente leer muchas cosas de nosotros mismos. Es entretenerse para evadirse de nuestro mundo pero, a la vez, una ocasión para preguntarnos si los seres humanos han cambiado a mejor, a peor, o no han cambiado en absoluto en lo que realmente importa. Una obra maestra tiene que divertir a quien la lee. Una obra maestra no debe indicarnos el camino a seguir, porque éste no existe, sino llenar nuestra mente de preguntas, para que nosotros podamos indagar las respuestas. En La Ilíada podemos hallar las inquietudes de la humanidad hace tres mil años y descubrir que son las de hoy.

21 octubre 2001

Enlaces de interés:

La guerra de Troya, por José I. Lago
Homer's Iliad and Odyssey Page (en inglés)

 

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